Colesterol y corazón
Un colesterol elevado sería uno de los principales factores de riesgo del infarto de miocardio. Así, con el fin de disminuir los riesgos de recidiva de eventos coronarios entre las personas con enfermedades cardiovasculares, los cardiólogos prescriben medicamentos para controlar el índice de colesterol.
¿Verdad científica o mito?
«La inmensa mayoría de la gente desea ser encuadrada, sentirse segura, protegida de los acontecimientos, las circunstancias, las condiciones, y otras veces, sentirse protegida, incluso, de ellos mismos»,
-escribía Jacques Languirand-
Esta búsqueda de seguridad «hace el agosto» con las grandes estructuras lucrativas que pretenden velar sobre nuestra salud. Bajo su barniz de honorabilidad, este sistema denominado «de salud», es una vasta máquina de acondicionamiento del espíritu; publicidad, promoción, marketing, consumo…
La misma máquina infernal vela por la educación de los médicos y de los pacientes… ¿Y la verdadera ciencia?
“En el 99,5% de los casos, la oclusión de una arteria, que es la causa del infarto del miocardio, es atribuible a un coágulo. Y lo que causa la formación de los coágulos en las arterias no es el colesterol; es la hiperreactividad de las plaquetas sanguíneas”,
-sostiene el Dr. Michel de Lorgeril, quien se especializa desde hace treinta años en la prevención de las enfermedades cardiovasculares-
Este cardiólogo de fama internacional por sus trabajos, investigador en el CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica), vive en Grenoble (Francia), aunque ya vivió en Quebec a mediados de los años 80. En aquel entonces pertenecía al Instituto de cardiología de Montreal. Autor de la «bomba médica» −’Diga a su médico que el colesterol es inocente y les curará sin medicación’−, demuestra que la «teoría del colesterol» no se apoya en ningún fundamento científico sólido. Para ello, pone en evidencia los trucos y las taras de fabricación de los estudios, sin embargo famosos, que sirven para la promoción de numerosos medicamentos, los cuales, asegura, son tan inútiles como peligrosos.
Es todo el mercado del colesterol −exámenes sanguíneos, medicamentos, nutrición− lo que se hunde. Los supuestos expertos, lo sospechamos, disparan a quemarropa al hombre que se atreve a revelar al gran público una impostura tan escandalosa.
Y está lejos de ser el único especialista que arruina científicamente el mito del colesterol «malo». «The International Network of Cholesterol Skeptics» (THINCS: www.thincs.org) −red internacional de escépticos del colesterol, que reagrupa a unos 80 investigadores−, afirma con pruebas sobre la mesa que: las personas con un índice de colesterol bajo tienen tanta aterosclerosis como las de tasa elevada. Los cardiólogos mal informados se basan en estudios experimentales no concluyentes, pero disimulados bajo formulaciones estadísticas complejas, para dar miedo a millones de personas con buena salud, a quienes se prescribe inútilmente medicamentos ya confirmados como peligrosos, además de incitarles a seguir un régimen fastidioso e insípido, supuestamente hecho para reducir el colesterol “malo”.
Según el portavoz de THINCS −el Dr. UffeRavnskov, eminente investigador danés, PhD en medicina interna y nefrología (riñones)−, un índice de colesterol elevado protegería, paradógicamente, contra las infecciones y la aterosclerosis. El resultado de sus trabajos «High cholesterol may protect against infecciones and atherosclerosis» ha sido publicado recientemente en un prestigioso periódico médico, el «Quarterly Journal of Medicine». Autor, también, de The cholesterol myths (Los mitos del colesterol). Premio «Skrabanek» 1999 del «Trinity College» de Dublín (Irlanda) por sus publicaciones originales en el dominio del escepticismo en medicina; premio de la Integridad Científica 2003 de la»Fundación Weston A. Price»; miembro del comité de expertos del «Periódico de la Asociación sueca de Medicina» (Läkartidningen) y del periódico médico sueco «Tidskriften Medikament»; miembro de la «New York Academy of Sciences», etc. Reúne a numerosos científicos del mundo entero que saben que ninguna evidencia apoya la hipótesis del régimen cardioprotector.
Podemos ir, incluso, más lejos que la declaración estruendosa del Dr. Lorgeril, porque en cuanto al impacto en el corazón por la oclusión de una arteria, si bien su observación es exacta su interpretación permanece falsa. Sabemos que la aterosclerosis es un bloqueo de las arterias por un depósito lipídico, pero no hay ningún lazo entre este bloqueo y las enfermedades cardiovasculares tales como el infarto del miocardio. Podemos tener varias arterias coronarias bloqueadas sin ninguna incidencia sobre las funciones cardíacas.
El Dr. Ryke Geerd Hamer probó científicamente, hace ya treinta años, que el colesterol, así como el bloqueo de las arterias, no eran responsables de ninguna manera de las enfermedades cardíacas, y que el colesterol interviene más bien en la reparación de las arterias dañadas.
Así, una tasa elevada de colesterol (LCL) indica un proceso natural de reparación en el organismo. El director de la investigación en cardiología de la Universidad de Viena le dio la razón, pero se negó a difundir públicamente los hechos. No sólo habría perdido su prestigioso puesto, sino que el gran público, ahora informado sobre esta impostura médica a gran escala, habría gritado al homicidio. Cuando integristas degüellan fríamente y brutalmente a humanos no hay interpretación posible. Cuando la maniobra es lenta y sutil, no vemos nada. ¿Conocen la historia de la rana que se sumerge en agua fría y que recalentándola gradualmente, sin sospechar el procedimiento, acaba por morir escaldada?
El colesterol ‘malo’: una impostura
El colesterol es una sustancia indispensable para las células de todos los mamíferos. Ni siquiera deberíamos hablar de colesterol «bueno» o «malo», porque esta teoría ya fue arruinada científicamente. Un nivel elevado de colesterol no es peligroso en sí. Además, numerosos estudios demostraron que la aterosclerosis afectaba indistintamente a la gente, sea cual sea su índice de colesterol. Según el Dr. Ravnskov, producimos más colesterol si lo comemos menos y lo producimos menos si lo comemos más. El famoso régimen «cretense» (o mediterráneo) preconizado a los cardíacos sería una engañifa, ya que una veintena de estudios clínicos demostró que las personas que sufren un infarto no eran mayores consumidores de grasa que otras. Los vegetarianos también sufren infartos y cánceres digestivos.
«El grado de aterosclerosis en la autopsia no está vinculado con el régimen; ni la mortalidad cardiovascular ni la mortalidad total fueron mejoradas con medicamentos cuyo único efecto es reducir el colesterol. Al contrario, estos son peligrosos y pueden reducir la esperanza de vida».
THINCS reúne en su sitio web numerosos estudios pertinentes que han sido publicados en revistas y obras científicas durante el transcurso de la última década. Interroga seriamente a los paladines de la idea «régimen / corazón», quienes «hacen el avestruz», así como a los medios de comunicación de masas, que silencian los resultados negativos o contradictorios. La posibilidad de que millones de pacientes intenten persecuciones legales contra la profesión médica y la industria farmacéutica no se puede descartar.
Todavía podemos observar cómo se entrega entre los pacientes del Instituto de cardiología de Montreal un folleto en el cual se les avisa de que «el colesterol se vuelve peligroso para sus arterias cuando su presencia en la sangre es demasiado elevada” Asegura también que “los depósitos de colesterol se acumulan sobre las paredes de las arterias y progresivamente las bloquean. Un análisis de sangre determina su índice de colesterol (LDL y HDL, comúnmente llamados colesterol malo y bueno) y el de los triglicéridos (otra grasa en la sangre). Su colesterol malo (LDL) es demasiado elevado: este tipo de colesterol es el que más aumenta los depósitos de colesterol sobre las paredes de las arterias. El objetivo pues, debe ser bajarlo, a fin de disminuir sus riesgos de bloqueo».
Décadas de mentiras
«La idea de que las grasas saturadas provocan las enfermedades cardíacas es totalmente falsa, pero esta aserción ha sido tan ‘publicada’ en el curso de los treinta últimos años, incluso más, que es muy difícil convencer a la gente de lo contrario, salvo si están dispuestos a tomar tiempo para leer y aprender todos los factores económicos y políticos que produjeron la idea anti-grasa saturada”,
sostiene Mary Enig, experta internacional en el campo de la bioquímica de los lípidos, nutricionista y redactora adjunta de numerosas publicaciones científicas −entre otras, el ‘Journal of the American College of Nutrition’− y presidenta de la ‘Maryland Nutritionists Association’.
El Pr. Michael Gurr, de la ‘School of Biological y Molecular Sciences’ (Escuela de las ciencias biológicas y moleculares) en Oxford (Inglaterra), redactor jefe de ‘Nutrition Research Reviews’, concluye:
«el análisis y las discusiones sobre las pruebas científicas que presentamos no convencerán probablemente a los ‘expertos’ que ya se plegaron a la idea de que un régimen rico en grasa es la causa de las enfermedades cardiovasculares […] No obstante, espero que algunos lectores que posiblemente no supieran que la hipótesis de los lípidos no estaba exenta de fallas hayan sido persuadidos de que la relación entre nuestras grasas alimentarias y el riesgo de morir de un ataque cardíaco no se reduce a estos argumentos simplistas.»
La idea ‘régimen-corazón’ es «la impostura más grande de nuestro tiempo», según el Pr. George Mann, quien se mostró particularmente crítico respecto a los estudios referentes a la disminución del colesterol: «Jamás en la historia de la ciencia vimos fracasar tantos ensayos costosos con tal regularidad». En 1977, en el «New England Journal of Medicine», habían publicado sus fuertes argumentos contra la teoría del régimen cardioprotector; la ausencia de correlación entre las costumbres alimentarias y el colesterol sanguíneo, entre las modificaciones del consumo de grasa y el índice de mortalidad en los Estados Unidos durante el transcurso del siglo XX; así como los resultados decepcionantes de los estudios que pretenden la disminución de colesterol.
Un estudio falseado sirve de base para la campaña en contra del colesterol
Pr. Mann también forma parte de los que critican a los directores del estudio «Lipid Research Clinics (LRC) trial» (estudio de las clínicas de investigación sobre los lípidos), que sirve de base para la campaña en contra del colesterol. «Los resultados no concluyentes del ensayo LRC no les impidieron jactarse del advenimiento de este «gran avance científico». Los responsables del «National Institute of Health» (Instituto nacional de la salud) utilizaron medios publicitarios para vender este ensayo no concluyente, como si se vendiera desodorante. El «Bethesda Consensus Panel» (Jurado de consenso de Bethesda, Maryland en los Estados Unidos) omitió mencionar que el estudio LRC, como muchos otros estudios anteriores, clama alto y fuerte: “¡No! ¡El régimen que usted preconiza no permite controlar el colesterol ni prevenir las enfermedades coronarias y los medicamentos que usted tuvo la generosidad de testar para una empresa farmacéutica tampoco funciona!»
Michael F. Oliver, antiguo profesor y director del «Wynn Institute for Metabolic Research» (investigación sobre el metabolismo) en Londres, habrá sido el primero en demostrar que los pacientes que sufrían de enfermedad coronaria en término medio tenían más a menudo tasas de lípidos sanguíneos «anormales» que los testigos con buena salud, pero, según él, la baja del colesterol es peligrosa: «Sabemos pocas cosas sobre los efectos a largo plazo de esta disminución sobre la composición de las membranas celulares».
El Dr. Ryke Geerd Hamer probó al 100% que una tasa elevada de colesterol indicaba siempre un proceso de reparación en el organismo. Probó también que todas las enfermedades del corazón correspondían a choques biológicos específicos:
- la pérdida o amenaza en el territorio del individuo, con el ataque de la cámara izquierda del corazón;
- la frustración o rechazo sexual, con la cámara derecha;
- la impotencia, el sentirse sobrepasado, desbordado, por los acontecimientos, con el infarto del miocardio.
- Con el ataque percibido (dolor al nivel del corazón) la persona siente que la integridad de su función cardíaca es amenazada (pericarditis o tamponada cardíaca).
Edward R. Pinckney, redactor para cuatro revistas médicas y antiguo corredactor de «JAMA» (Revista de la asociación médica americana), publicaba en 1973 The cholesterol controversy (La controversia del colesterol). Según él, modificar su modo de vida en función de los resultados de sus análisis de sangre podría provocar más daño que bien.
“Su miedo a morir −si usted forma parte de las numerosas personas que comparten esta preocupación mórbida− pudo hacer de usted una víctima de esta controversia […] Usted sigue una idea basada en nada sólido. Al contrario, se burlaron de usted como consumidor en nombre de intereses comerciales y de ciertas asociaciones para la salud que se interesan más por su cartera que por salvar su vida.”
Russell Smith, un psicólogo experimental con una carrera universitaria importante en fisiología, matemáticas e ingeniería, carga la mano; sostiene que la campaña actual que pretende convencernos de cambiar de alimentación, y, a menudo, de tomar medicamentos, está basada en mentiras, interpretaciones erróneas o exageraciones de supuestas pruebas, pero también, y sobre todo, en el olvido voluntario de cantidades enormes de datos contradictorios:
«Científicos objetivos, cuyos intereses personales no están en juego, jamás podrían considerar que la mayoría de las publicaciones está a favor de la alimentación cardioprotectora y de la bajada de colesterol.»
El Dr. Smith no se esconde de su oposición a poderosas instituciones:
«Los poderes políticos y financieros de la asociación entre la ‘NHLBI’ y la ‘AHA’ son enormes y sin equivalentes. Y, como esta asociación parece creíble a los ojos del público y a los de los médicos, se volvió una verdadera apisonadora, utilizando su poder y su prestigio para eliminar una cantidad enorme de datos contradictorios, llegando incluso a desafiar a la herramienta fundamental de los científicos: la lógica. […] Aunque el público percibe la investigación médica como una ciencia muy precisa, la inmensa mayoría de las investigaciones epidemiológicas son, en cambio, muy imprecisas y esto se entiende cuando se sabe que estas son realizadas, en general, por individuos sin ninguna enseñanza formal o con una metodología científica mediocre. En consecuencia, los estudios son, a menudo, mal concebidos y los datos, mal analizados y mal interpretados. Además, las taras son tan frecuentes que parecen ser la regla más que la excepción. Es difícil no ver que numerosos investigadores manipulan o interpretan sus datos de manera que satisfagan sus hipótesis preconcebidas […] Una buena parte de las publicaciones es una ofensa a la Ciencia y a la disciplina que la misma requiere.»
La influencia titánica de las farmacéuticas
Los fabricantes de medicamentos anticolesterol inculcaron a los médicos que un índice de colesterol elevado dañaba las paredes de los vasos sanguíneos, provocaba su espesamiento y, en resumidas cuentas, su obstrucción, lo que provoca los infartos y los ataques de apoplejía. Hoy, sabemos que se trataba solamente de una estrategia de marketing, imaginada por la industria farmacéutica.
«Si un índice de colesterol elevado daña las paredes de los vasos sanguíneos, esto debería ser válido para todo el conjunto de los vasos de nuestro aparato circulatorio. Este aparato debería taparse en cualquier de sus puntos, y no únicamente al nivel del corazón y del cerebro. En otros términos, deberíamos tener también infartos de la nariz, las orejas, las rodillas, los codos, los dedos y en otras partes del cuerpo. Pero claramente no es el caso»,
-ironiza el Dr. Matías Rath.-
Para él, las enfermedades son causadas por carencias en micronutrientes a largo plazo.
Y continúa:
«La única cuestión que todavía me planteo es la siguiente: ¿por qué estas informaciones no son inmediatamente difundidas en el mundo entero? Para contestar a esta cuestión, debemos hablar de nuevo de las actividades de inversión de la industria farmacéutica, que lucha ferozmente contra todo descubrimiento susceptible de desencadenar el hundimiento de todo su comercio con la enfermedad.»
Según el Dr. Michel de Lorgeril
“esto viene bien a la industria farmacéutica y al agrobusiness, a los laboratorios de análisis, a los fabricantes de kit de medida, pero también a los médicos que pueden encontrar una ventaja en esta medicina automatizada y remuneradora; y por fin a los pacientes a quienes hicieron creer que serían protegidos de este modo, sin hacer esfuerzo.”1
Después de todos estos años de bombardeo, ¿la gente aceptará la verdad o caerá en las campañas de miedo financiadas con millones de dólares?
Riesgo de infarto: el colesterol no es culpable
La prescripción abusiva de medicamentos hipocolesterolemiantes está basada únicamente en una ilusión: la teoría, hoy demostrada como falsa, del colesterol «malo». El Dr. Michel de Lorgeril demostró que la causa de la formación de los coágulos en las arterias era la hiperreactividad de las plaquetas sanguíneas, la hiperactividad del sistema de coagulación y la inhibición del sistema fibrinolítico, que no hace su trabajo de disolución de los coágulos cuando empiezan a formarse en la arteria.
«Es verdad que los coágulos se forman, en general, en arterias que fueron alteradas, dañadas por la aterosclerosis. Pero hay dos componentes en la aterosclerosis: una proporción del 70% es debida a la «esclerosis», es decir, a la inflamación crónica de la pared de la arteria, fenómeno en el cual el colesterol no desempeña ningún papel. La otra dimensión es el «ateroma», un montón de materias grasas que se forman en el mismo corazón de la esclerosis −conocido también, por cierto, como «corazón lipídico»−. Pero el colesterol cuenta sólo con, aproximadamente, el 30% del ateroma. Ya nos rendimos a una cifra de menos del 10% para el papel del colesterol en la aterosclerosis, lo que es poco, y del 0% para su papel en el coágulo. Por lo tanto, como usted puede comprobar, el colesterol no puede, materialmente hablando, obstruir las arterias.»
Los medicamentos para la hipercolesterolemia son inútiles y peligrosos
Los cardiólogos que creen que el infarto es debido al colesterol y a aquello que se les dijo acerca de que las estatinas bajan el colesterol sanguíneo prescriben estas mismas para reducir los riesgos de infarto.
«Les recuerdo que el 50% de la gente que sufre un infarto muere inmediatamente o en los días siguientes»,
-sigue el Dr. de Lorgeril.-
“Entonces, cuando miramos los ensayos clínicos de los cinco u ocho últimos años con las estatinas, […] nos damos cuenta de que no reducen la mortalidad. Esto significa que las estatinas no tienen efecto sobre el riesgo de morir de infarto. A mi parecer, prescribir un medicamento haciendo creer que va a reducir los riesgos de mortalidad, cuando esto no es el caso, es una práctica peligrosa. Pero hay también unos inconvenientes con las estatinas”.
Los ensayos recientes sobre ellas están, según su opinión, severamente desviados y los resultados publicados son fragmentarios, a veces incoherentes, lo que no permite un análisis lúcido de sus efectos reales. En la profesión médica, apoyándonos en los estudios recientes sobre las estatinas, estamos replanteando las principales recomendaciones internacionales en materia de prescripciones y sobre todo en materia de dosificación. Sin ninguna consideración de la condición específica de cada paciente cardíaco, todos sufren el mismo protocolo.
“Ninguno de los grandes ensayos de intervención con estatinas está basado en esta noción sugerida por la inmensa mayoría de los lipidólogos, y ninguno sometió esta hipótesis a un test: todos ellos utilizaban una dosis fija de estatinas. […] Además, tienen en común el inconveniente de una población muy seleccionada y observante que no se entera gran cosa de la «verdadera» vida. Es más, ningún ensayo de observación exploró la relación entre dosis de estatinas y objetivo de LDL-colesterol. Todo lo que se puede decir a día de hoy es que los pacientes con alto riesgo cardiovascular deben ser tratados por una dosis estándar de estatinas, indistintamente de cuales sean sus índices de LDL-colesterol. Solamente adquiriendo esto podremos considerar refinar el método”.
La pregunta planteada acerca de los medicamentos es ampliamente pertinente para los pacientes en prevención secundaria, donde la prescripción no puede ser instada tan pronto como sucede el accidente, más aun cuando el riesgo de efectos opuestos aumenta con la dosis prescrita. En prevención primaria, la urgencia no es «prescribir», sino trabajar a largo plazo con los diferentes factores de riesgo en juego. Los autores añaden que en estas condiciones, se puede entender que los médicos esquiven las recomendaciones, porque no se apoyan realmente en hechos demostrados. ¿Hay que ponerlos al día?
Los investigadores que publican obras destinadas al gran público, siendo sus trabajos científicos incomprensibles para un neófito y raramente leídas por los clínicos agobiados, lo hacen porque les parece esencial alcanzar al mayor número de personas susceptibles de consumir medicamentos o alimentos artificiales que tiengan propiedades anticolesterol. “Solamente en Francia, cerca de 6 millones de personas consumen estos medicamentos. Así pues, hay que ser simple y directo, por lo menos tanto como los expertos del marketing que alaban los milagros que se esperan de estos productos”, explica el Dr. Ravnskov para justificar su elección de hacer accesibles al gran público los resultados de los trabajos científicos pertinentes.
Interrupción de la medicación: ¿cuáles son los riesgos?
Según las estadísticas, el índice de infarto permanece estable, a pesar de las decenas de millones de recetas de estatinas.
“Pues no creo que la gente vaya a morir más si se cortan las estatinas -contesta el Dr. de Lorgeril- aunque el marketing de la industria farmacéutica, ya en fase defensiva, lo afirme. La teoría del colesterol en su forma actual es solo un castillo de naipes. Tan pronto como se utiliza el sentido crítico y se analiza científicamente los datos de biología experimental, de epidemiología y de los ensayos clínicos randomizados, todo se derrumba. El colesterol no obstruye las arterias; el riesgo de morir de un infarto no es proporcional al nivel de colesterol en la sangre, y hacerlo bajar no reduce el riesgo de morir de un paro cardíaco. Numerosos investigadores, particularmente en los Estados Unidos y en Escandinavia, se oponen a esta carrera loca de una medicina preventiva enfocada sobre una guerra inútil contra el colesterol. Pero esta palabra es confiscada y la industria navega sobre esta ola sin ningún contrapoder […] No solo el colesterol es un falso enemigo, sino también una engañosa señal de infarto. Se puede tener un análisis de colesterol alto y vivir mucho tiempo sin infarto, y se puede morir joven de un infarto teniendo un colesterol normal. Absurdos también son los conceptos de colesterol malo y bueno. Las enfermedades cardiovasculares son complejas y multifactoriales y se debe aceptar la idea de que son enfermedades del modo de vida determinado por nuestras condiciones de existencia».
Según Schopenhauer, hay siempre tres fases en el proceso de aceptabilidad de una nueva teoría científica (o por el contrario, la crítica radical de una teoría existente): en primer lugar es ridiculizada, a continuación es violentamente criticada, acabando por ser progresivamente aceptada. El Dr. Uffe Ravnskov alcanzó ya la tercera etapa de la aceptabilidad de su posición científica frente a la problemática del colesterol: la idea de que el colesterol sea un enemigo de la condición humana y que no descansa sobre ninguna base científica seria.
“No estoy seguro de que la «inteligentsia» médica y científica hubiera alcanzado también tal grado de madurez a propósito de esta cuestión”. Las reacciones a sus descubrimientos representan, según él, una excelente prueba en vivo.
El Pr. Lars Werkö, un ferviente opositor de la idea de una alimentación cardioprotectora, criticó desde 1976 la concepción de los estudios epidemiológicos de prevención de las enfermedades coronarias, en particular el estudio de Framingham.
“Este dogma está basado en «hechos» dudosos, anclado en una esperanza desconsolada y en estudios de ideas preconcebidas utilizando poblaciones seleccionadas. Jamás ningún estudio probó nada, pero, en vez de reformular sus hipótesis, los abogados del régimen cardioprotector las consideran como la verdad más probable; intervinieron en la vida de la gente porque son incapaces de esperar las pruebas definitivas.”
William E. Stehbens, profesor del Servicio de Anatomopatología de la escuela de medicina de Wellington y director del instituto Malaghan de investigación médica en Wellington (Nueva Zelanda), concluye su estudio exhaustivo de los ensayos experimentales:
“La utilización sistemática e incondicional de datos no fiables llevó a conclusiones precipitadas y al sacrificio de la verdad […] Las políticas gubernamentales de salud, cuando están basadas en datos no fiables, son indefendibles […] Las bases científicas referentes al papel de las grasas alimentarias y de la hipercolesterolemia en la génesis de la aterosclerosis escasean cruelmente. […] La hipótesis de los lípidos goza de una longevidad y de una respetabilidad inmerecidas. Los lectores deben comprender la naturaleza no científica de las alegaciones que son utilizadas para defender esta hipótesis y no ver más allá de un mal consejo.”
En conclusión, y en referencia a las siguientes preguntas: ¿acaso el colesterol tapa las arterias? ¿Acaso el aumento del colesterol está asociado a un aumento proporcional del riesgo de morir de un infarto? ¿Acaso la disminución del colesterol provoca una disminución del riesgo de morir de un infarto?
La respuesta siempre es negativa.
1 Risk factors and coronary heart disease, ¿facts or fancy?; Have physicians lost their ability to think?; End of theroad for the diet-heart theory?, etc. Ver en PubMed sus numerosas publicaciones.
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