Alternativas al Ritalin (el fraude del TDAH)
“No es que estemos ‘sobrediagnosticando’ o ‘maldiagnosticando’ el TDAH, sino que el TDAH es un fraude total al 100%. Los millones de alumnos en el mundo que están siendo drogados no tienen enfermedad alguna”,
-Dr. Fred A. Baughman Jr., neuropediatra y autor-
“Si no hay ninguna prueba válida para el TDAH, ningún dato que pruebe que el TDAH es una disfunción del cerebro, ningún estudio a largo plazo sobre los efectos de las medicinas, y si las medicinas no mejoran los resultados académicos o las aptitudes sociales y si estas medicinas pueden causar trastornos compulsivos y emocionales y conducir a la utilización de drogas ilegales, ¿por qué entonces hay millones de niños, de adolescentes y de adultos etiquetados con el TDAH? y, ¿a quién se prescribe estas medicinas?”
-Dra. Mary Ann Block-
A pesar de las pretensiones de la psiquiatría por presentarse como una ciencia, el proceso del «descubrimiento» del TDAH vendría a ser tan solo una votación a mano alzada en un encuentro del comité de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) en 1987. El síndrome reagrupa una serie de síntomas y el diagnóstico, sobre una base empírica, se apoya esencialmente en la observación del clínico. Pero, ¿qué sabe el clínico?
“No conocemos las causas de las enfermedades mentales. Todavía no tenemos un método para curar estas enfermedades”,
-reconoce el Dr. Rex W. Cowdry, antiguo director del Instituto Nacional de la Salud Mental de los Estados Unidos-
Menos de un año después de que este «trastorno mental» hubiera sido integrado en el Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales, y sin ninguna prueba objetiva, 500.000 niños americanos ya habían sido diagnosticados. Hoy, solamente en los Estados Unidos, más de 6 millones de niños ya toman medicamentos, los cuales sabemos que alteran los procesos bioquímicos normales. Varias amonestaciones serias de agencias de salud a escala internacional y de investigadores independientes revelaron que los psicótropos −entre los cuales podemos incluir el Ritalin, el Adderall, las anfetaminas, la cocaína y los antidepresivos−, podían causar alteraciones cardíacas importantes, retrasos de crecimiento, pensamientos y actos suicidas, hostilidad y agresividad. Ciertos estudios demostraron, incluso, que estas sustancias podían provocar crisis psicóticas (según las estimaciones, cerca del 10% de los niños medicados). De hecho, los efectos negativos del metilfenidato se manifiestan con síntomas de depresión o psicóticos, tales como la agresividad y la manía. El Ritalin, por ejemplo, es considerado un tratamiento curativo, mientras que, en realidad, se trata de un tratamiento suspensivo, pues es una medicación que no solo no soluciona absolutamente nada, sino que origina otro tipo problemas.
“Hasta ahora, ninguna fisiopatología distinta ha sido descrita para el TDAH”
-afirma el Dr. Paul Leber, de la F.D.A. (Food and Drug Administration: Agencia americana de Alimentos y Medicamentos).
“No tenemos conocimiento de que el TDAH hubiera sido validado como un síndrome o una enfermedad biológica u orgánica”, sostiene la D.E.A. (Drug Enforcement Administration [Administración americana de cumplimiento de leyes sobre las drogas]). Según la A.P.A. (The American Psychological Association [Asociación Americana de Psicología]), “ninguna prueba de laboratorio ha sido establecida para diagnosticar un déficit de la atención o el trastorno de la hiperactividad.”
“La razón por la cual usted no pudo conseguir artículos o estudios que presenten una prueba clara y corroborante sobre una sola anomalía física o química asociada al TDAH es porque no hay ninguno”,
-afirma el Dr. Lawrence Diller, de la Universidad de California (San Francisco)-
José Glenmullen, psiquiatra de la Universidad de Harvard, opina, por su parte, que
“no disponemos de ninguna prueba y, cada vez que pensamos enfrentarnos a tal desequilibrio, probamos más tarde que era falso […] Todos estos diagnósticos no son más que unas opiniones basadas en grupos de síntomas supuestamente emparentados, no enfermedades”
“Déjeme clarificar las cosas. El TDAH no es como la diabetes, y el psicoestimulante utilizado para tratarlo no es como la insulina. La diabetes es una condición médica real que puede ser diagnosticada objetivamente. El TDAH es una etiqueta inventada para la cual no existe ningún método válido y objetivo de identificación. La insulina es una hormona natural, esencial para la vida, producida por el cuerpo. Los psicoestimulantes son unas drogas de tipo anfetaminas que no son necesarias para la vida. Los problemas de atención y de comportamiento no son unas deficiencias de psicoestimulantes”
explica la Dra. Mary Ann Block, preocupada en que se establezca por fin la distinción entre una verdadera condición y una fábula médica.
Una enfermedad psiquiátrica inventada
“Ningún marcador biológico, neurológico o genético ha sido encontrado en lo que concierne al trastorno de déficit de la atención, el trastorno de la oposición desconfiada, la esquizofrenia, la ansiedad, el consumo impulsivo de alcohol o de drogas, la bulimia, etc., sin embargo son llamadas comúnmente enfermedades o trastornos mentales”
-destaca el Dr. Bruce Levine-
“En realidad, a pesar de los esfuerzos realizados por la A.P.A. para definir el TDAH como si fuese un trastorno del cerebro bien establecido, en tres décadas de ciencia médica, no llegamos a presentar la menor prueba para sostener tal hipótesis”,
-destaca Richard De Grandpre, psicólogo y autor-
En 1998, el Dr. James Swanson afirmaba que los cerebros de las personas que tenían TDAH eran un 10% más pequeños, por término medio, que los del grupo de control, pero todos los sujetos del estudio habían estado bajo medicación antes. Y los efectos de las poderosas medicinas psiquiátricas sobre el cerebro son bien conocidos.
Según el Dr. Fred A. Baughman Jr., pediatra neurólogo y miembro de la Academia de neurología americana,
“la terapia por medio de estimulantes, no el TDAH, es la probable causa de la atrofia del cerebro”.
El Dr. Elliot Valenstein, PhD, le hace eco:
“Es bien conocido, por ejemplo, que las medicinas utilizadas para tratar los trastornos mentales pueden inducir cambios bioquímicos, y hasta estructurales, duraderos, los cuales fueron considerados en el pasado como la causa de los trastornos, pero, que más bien, podrían ser el efecto del tratamiento».
Añade:
“Es difícil ahora encontrar pacientes mentales que no tengan un pasado con tratamiento por medio de medicamentos, con el resultado de que varias anormalidades que se ven en el cerebro de estos pacientes son probablemente iatrogénicas, es decir, que fueron producidas por el tratamiento en lugar de ser la causa del trastorno”.
El Dr. Baughman observó que, una vez que el clorhidrato de metilfenidato (Ritalin) o cualquier psicótropo se esparcía por el cerebro y el cuerpo, el paciente tratado así era, por primera vez, físicamente, neurológicamente y biológicamente anormal.
Desde 1986, el Dr. Henry A. Nasrallah −decano asociado y profesor de psiquiatría, neurología y neurociencia del Colegio de medicina de la Universidad de Cincinnati; y redactor jefe del Schizophrenia Research y del Journal of Psychotic Disorders− y sus colegas habían efectuado escanografías reveladoras del cerebro al respecto.
En conclusión, el TDAH es una enfermedad psiquiátrica inventada, como también una fuente inagotable de rentas; un fraude que beneficia cada año a la industria psiquiátrica y farmacéutica por billones de dólares. En 1998, en un simposio sobre el TDAH, el Instituto Nacional Americano de la Salud concluía:
“No poseemos ninguna prueba válida en cuanto al TDAH y no tenemos ninguna información que señale que el TDAH sería causado por un mal funcionamiento del cerebro”
Sombrío panorama quebequés
En Quebec, solamente entre 2001 y 2004, las ventas de medicamentos para «curar» el TDAH aumentaron un 359 %. En 2006, cerca de 6.000 prescripciones médicas fueron dadas a niños de entre 0 y 4 años de edad, mientras que los fabricantes de estos medicamentos aseguran que es peligroso suministrar estos productos a niños de menos de 6 años.
El listado de obras y páginas web que las escuelas recomiendan a los padres provienen, en su mayor parte, de compañías farmacéuticas y preconizan la medicación. ¿Cómo tomar la decisión acertada para la salud de sus hijos en tal contexto?
Guy R. Péloquin resume la posición de muchas personas inquietas ante la amplitud de propaganda no científica y, sobre todo, ante la ausencia de información objetiva y las presiones ejercidas sobre los padres. Según el Sr. Denis Côté, de la Comisión de los ciudadanos para los derechos humanos,
“el derecho al consentimiento ilustrado garantizado por el artículo 10 del Código Civil de Quebec es tan burlado por la industria psicofarmacéutica que cabe preguntarse si verdaderamente existe. Se oculta a los padres que el TDAH no es más que un conjunto de síntomas para los cuales ninguna anomalía biológica ha sido jamás demostrada científicamente. Y los psicoestimulantes son presentados, en la mayoría de los casos, como sustancias de efectos secundarios benignos, mientras que estas sustancias son de la misma familia que las anfetaminas y la cocaína. Además, las alternativas eficaces y conocidas que no necesitan ningún medicamento son excluidas, claramente censuradas.”
En su obra La tromperie de l’hyperactivité (El engaño de la hiperactividad), el psiquiatra Sydney Walker describe una gran cantidad de razones que explican el comportamiento hiperactivo:
“los niños que tienen tumores en el cerebro pueden desarrollar, en una primera etapa, síntomas de hiperactividad o de escasa atención, al igual que niños intoxicados con plomo o pesticidas. Lo mismo puede suceder a los niños que tienen un inicio de diabetes, un trastorno cardíaco, parásitos, infecciones virales o bacterianas, desnutrición, heridas en la cabeza, enfermedades genéticas, alergias, exposición al mercurio o al manganeso, crisis de «pequeño mal» (epilepsia parcial) y centenas −sí, centenas− de otros problemas médicos menores, mayores o que pueden poner en peligro la vida del niño. Sin embargo, todos estos niños son etiquetados como “hiperactivos” o “TDAH”.
“La psiquiatría infantil moderna es propensa a exigir a sus clínicos que sean expertos, aptos para liberar al niño y a su familia de los síntomas que perjudican la adaptación. Ahora, ¿qué experiencia puede reivindicar un psicoterapeuta psicoanalítico o un psicoanalista encuadrado en una institución cuando su ética lo coloca en una posición frente al síntoma, muy diferente de aquella que propone la ética médica? A solas con su paciente, ¿no tendrá a veces el sentimiento de ser un impostor?”,
-interroga Réal Laperrière (“Le Malaise de l’Imposteur” [«El Malestar del Impostor»], revista de psicoanálisis Filigrane, primavera del 2008)-
“Un niño se mueve sin cesar en clase, molesta a los demás, no presta atención en sus tareas, inconscientemente procura comunicar su incapacidad para tolerar la pérdida inherente al proceso de simbolización al cual está sometido, y quiere que oigan su negativa de renuncia a la plena posesión del objeto, reavivada por la tarea de deber compartir con otros la mirada del profesor. En la consulta psiquiátrica se apresuran a prescribirle Ritalin, para que pueda tener éxito académico y evitarle el sufrimiento del fracaso y de la inadaptación. Pero, haciéndole así economizar una elaboración psíquica de la pérdida, ¿no entretenemos la ilusión de que existe una satisfacción posible a su deseo de no renunciar y que esta satisfacción se apoye en una sustancia externa? Si respondemos al deseo de ser entendidos prescribiendo un medicamento, ¿no corremos el peligro de crear la convicción de que la necesidad no es de ser entendido, sino de ser apaciguado por la ingestión de una sustancia, preparando así el terreno de una eventual dependencia adictiva»?
Las zonas corticales en juego
Cada vez más, los neurobiólogos llegan al consenso de que las zonas corticales asociadas a las funciones motrices y a la atención son afectadas en el TDAH; a menudo se observa un hipofuncionamiento de los circuitos de la dopamina.
Del lado de la Nueva Medicina Germánica (NMG), el Dr. Ryke Geerd Hamer, quien trabajó mucho tiempo en psiquiatría, apunta precisamente ciertas cortezas cerebrales. Un choque biológico activo se observa en ambos hemisferios del cerebro, cada uno presentando un «Foco de Hamer» (impacto en el cerebro) distintivo en la corteza motor, así como en la corteza sensitiva o post-sensitiva, visibles en la tomografía cerebral. El origen del problema proviene, generalmente, del medio de evolución del niño y de conflictos precisos (a menudo un «choque biológico de separación»). De hecho, todo niño que sufre un cambio inesperado en su vida -el divorcio de sus padres, por ejemplo, o simplemente el hecho de ser separado de ellos en la primera infancia, cuando empieza a ir a la guardería- es susceptible de vivir este tipo de conflicto. Tras un comportamiento impulsivo y agresivo por parte del niño hay dos choques biológicos implicados; «identidad» y «rencor en el territorio». No solo acepta mal la separación, sino que, además, ya no sabe dónde está su sitio en el clan familiar y siente frustración. Por otro lado, el niño puede también experimentar relaciones conflictivas en otro lugar diferente al seno de su familia. Cuando la motricidad se ve afectada se debe, generalmente, al hecho de que este se sintió «acorralado» o fue incapaz de reaccionar en el momento en el que fue testigo de un incidente. Un niño que asista a dramas, disputas, luchas de poder, etc., se sentirá a menudo impotente. La hiperactividad, y así esta imperiosa necesidad de moverse, se vuelve compensatoria.
El niño que sufre un déficit de atención lo que realmente necesita es más atención, sobre todo, contactos físicos. Es una cuestión biológica, aspecto que se descuida con frecuencia atendiendo solamente a la dimensión psicológica de su comportamiento. No hay que olvidar que, en muchos casos, se trata de niños muy inteligentes, sensibles e intuitivos. Su comportamiento puede significar una «reacción» frente a una experiencia percibida y sentida como «negativa» que no logró verbalizar, o frente a un momento difícil de su vida; un mecanismo de protección o de supervivencia se instaló como consecuencia de un choque conflictivo.
Los juegos electrónicos y la televisión pueden ocasionar también perturbaciones emocionales y psicológicas. La práctica de una actividad física regular es deseable para el desarrollo del niño no solamente para evitar la obesidad, sino también para preservar su equilibrio nervioso.
Algunas alternativas que han demostrado su eficacia
Fitoterapia
La menta de gato (nepeta cataria), que calma y apacigua favoreciendo al mismo tiempo la concentración, es la elección por excelencia. El aceite de onagra, en cápsulas, y los tónicos nerviosos (avena, escutelaria, verbena) son muy indicados también.
Nutrición
El Dr. Parris M. Kidd, PhD en biología celular y naturópata, recomienda: eliminar el azúcar y los alimentos que contienen aditivos, conocidos por provocar reacciones de tipo alérgico; determinar si el niño carece de ciertos minerales y vitaminas; medir su carga de tóxicos químicos, disminuyendo el nivel de estos si es preciso y restablecer la salud de su flora intestinal, afectada a menudo por la toma de antibióticos u otras medicinas químicas.
Osteopatía
Técnica de manipulación que tiene como objetivo descubrir y tratar problemas estructurales que son origen de ciertas disfunciones (puede intervenir eficazmente sobre el TDAH).
Terapia de masajes
El tacto tiene un gran efecto de apaciguamiento; el masaje ayuda a evacuar el estrés y a reducir la tensión muscular. Esta práctica actúa así, tanto a nivel físico como psicológico, y obtiene buenos resultados.
Homeopatía
La consulta en homeopatía considera la interacción de varios factores y aspira a recomponer un retrato global de la persona con vistas a un tratamiento personalizado. Tanto los aspectos físicos, mentales como emocionales son tomados en consideración, incluyendo otros trastornos a menudo asociados (aprendizaje, crecimiento, otitis crónicas, alergias, asma, enuresis, trastornos del sueño, etc.) Se vuelve, incluso, con frecuencia, hasta el período de la vida intrauterina, a la manera en que la madre vivió su embarazo, ya que se considera que esta pudo haber influido sobre el comportamiento del niño.
Psicoterapia
Esta práctica preconiza las medidas de tipo educativo y psicoterapéutico. Las investigaciones de William E. Pelham Jr., de la Universidad del Estado de Nueva York, en Buffalo, así como las de muchos otros profesionales, muestran que “cuando los niños se benefician de intervenciones comportamentales y los padres son formados para manejar mejor el comportamiento del niño, las medicinas son utilizadas con menos frecuencia. Y, en todo caso, administradas en dosis reducidas […] La terapia debería ser el tratamiento de primera línea para el trastorno de déficit de la atención y la hiperactividad […] mientras que las medicinas mejoran los síntomas del trastorno, como la agitación en una clase, no arreglan las deficiencias causadas por el TDAH, tales como las dificultades en las interacciones con los demás, las dificultades en lectura y en matemáticas, así como las relaciones difíciles con los padres y los miembros de la familia.” (Fuente: PsychoMédia)
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